sábado, 30 de julio de 2011

Ida y vuelta (antología)

La recién, recién estrenada editorial Fin de viaje acaba de publicar, haciendo honor a su nombre, una antología poética sobre el viaje titulada Ida y vuelta. La ha preparado Begoña Callejón y yo participo con mi poema "Silencio". Esta es la portada del libro:


viernes, 29 de julio de 2011

Javier Egea

Hay entradas que uno no querría escribir. Y esta es una de ellas. No he podido olvidar dónde me encontraba cuando una llamada telefónica me puso al corriente del suicidio de Javier Egea, el 29 de julio de 1999. Unos meses antes habíamos estado cenando y tomando unas copas con unos amigos. Coincidimos en cuatro o cinco ocasiones, tampoco más. Y siempre de la mano de la poesía. Como cuando vino a Lleida a recitar los versos de Rafael Alberti junto a Susana Oviedo. Todavía conservo con cariño un ejemplar de Paseo de los tristes dedicado y con las erratas corregidas a mano por él. Y recuerdo algunos de los consejos que me dio. Y por supuesto sus poemas.

            Noche canalla

            Yo no sé si la quise pero andaba conmigo,
            me guiaba su risa por la ciudad tan gris.
            Ella tenía en su boca colinas de Ketama
            y el cielo de sus ojos me pintaba de añil.

            Yo vi tantas estrellas como ella puso siempre
            en aquel cielo raso como un paño de tul.
            Ella llevaba el pelo como la Janis Joplin
            y los labios morados como el Parfait-Amour.

            La he perdido en un bosque de jeringas brillantes
            por donde nos decían que se llegaba al mar;
            se fue sobre un caballo de hermosos ojos negros,
            por más que yo me muera no la podré olvidar.

            Bajo el cielo ceniza me conducen mis piernas.
            Esta noche no tengo ni esperanza ni amor.
            Sólo queda el calor de mi pobre navaja.
            Hoy me he visto la cara de un retrato-robot.

            A pesar de sus ojos he salido a la calle,
            a pesar de sus ojos me ha tocado vivir.
            En un barrio de muertos me trajeron al mundo.
            Esta noche canalla no respondo de mí.

jueves, 28 de julio de 2011

Darío Jaramillo Agudelo

Hoy cumple años Darío Jaramillo Agudelo. Nacido en Santa Rosa de Osos (Antioquia, Colombia) el 28 de julio de 1947. Hace tiempo publiqué una reseña de su antología Del amor, del olvido (para leerla, haz click aquí). Hoy aprovecho para colgar dos poemas suyos muy, muy breves y enviarle un abrazo.

Conjuro

¿Por qué no tu boca aquí,
por qué no sobre mi piel tu aliento
por qué no adentro yo de tus abismos?

                                                           14

                                                           Sé que el amor
                                                           no existe
                                                           y sé también
                                                           que te amo.

miércoles, 27 de julio de 2011

Cuadernos hispanoamericanos

Acabo de darme cuenta de que no he anunciado las últimas colaboraciones en la revista Cuadernos hispanoamericanos. En el número de mayo, 731, participo con un texto sobre el poeta chileno Pedro Lastra titulado "Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca". En la siguiente entrega, 732, con una reseña de Los poemas elegidos, del autor peruano Carlos Germán Belli.  Y en el último número hasta la fecha, 733, correspondiente a julio de 2011, con un artículo sobre Un invierno propio de Luis García Montero, titulado "Cambiar el mundo".

martes, 26 de julio de 2011

Gerda Taro

Hace tres días que encontraron el cadáver de Amy Winehouse en el apartamento que la cantante tenía en el barrio londinense de Candem. Tenía veintisiete años, la misma edad al morir que Kurt Cobain, Jimi Hendrix, Janis Joplin o Jim Morrison. Pues bien, sólo seis días privaron a Gerda Taro de pertenecer también a este morboso grupo de artistas fallecidos a los veintisiete años. Seis días que no impidieron que la vida de esta fotógrafa judía nacida en Stuttgart, en 1910, resultase tan fascinante como la de cualquiera de los arriba mencionados. Por su temprano compromiso con la izquierda socialista. Porque escapó de la Alemania nazi siendo una adolescente. Por su historia de amor con el reportero gráfico Endre Ernö Friedman, tres años más joven, con quien se inventó el personaje de Robert Capa para así poder cobrar más por cada fotografía (que al principio hacían indistintamente Friedman y ella). O porque murió atropellada por un tanque en el frente de Brunete, lo que la convierte en la primera mujer corresponsal de guerra que fallece cubriendo un conflicto. El veintiséis de julio de 1937.

Milicianas republicanas en plena instrucción, 1936.

lunes, 25 de julio de 2011

Diane Arbus

El catorce de marzo de 1923 nació Diane Nemerov, hermana del poeta Howard Nemerov. A los dieciocho años, Diane empieza a dar sus primeros pasos en la fotografía gracias a Berenice Abott. En ese mismo 1941 Diane visitó a Alfred Stieglitz y se casó con Allan Arbus. Tras la Segunda Guerra Mundial, el matrimonio se dedicó a la fotografía de moda para revistas como Vogue o Esquire. Sin embargo, fueron las lecciones impartidas por Lisette Model en el New School for Social Research de Nueva York las que terminarían por modelar su personalidad creativa. De la artista austríaca aprendió a no pulsar el disparador hasta que la imagen que contemplaba no le doliese en la boca del estómago. Cada persona construye su propio infierno. Y el de Diane Arbus está repleto de excesos: enanos y gigantes, casas del terror, figuras de cera... "El mundo está lleno de personajes ficticios en busca de su historia", escribió. Sí, cada persona construye su propio infierno. Y lo arrastra hasta su muerte. Mañana se cumplen treinta años del suicidio de Diane Arbus.
 Topless dancer in her dressing room, San Francisco, 1968. 

domingo, 24 de julio de 2011

Ínsula, 775-776

Acaba de salir el número de Ínsula que sirve de homenaje a dos de los poetas centrales de la Generación del 50: José Manuel Caballero Bonald y Francisco Brines. Un número doble en el que participan Luis García Montero, Juan Carlos Abril, Araceli Iravedra, Antonio Jiménez Millán, José Ramón Ripoll, Fernando G. Delgado, Antonio Lucas, Carlos Pardo, Ana Gorría, Enrique Nogueras, Jesús García Sánchez, Carlos Marzal, Vicente Gallego, Antonio Cabrera, Felipe Benítez Reyes, Andrés Navarro, Marcela Romano, Francisco Díaz de Castro y José Andújar Almansa. Y donde yo también colaboro con un artículo sobre Francisco Brines titulado "El largo viaje a Oriente".

sábado, 23 de julio de 2011

Sergio Makaroff

Esta mañana he podido curiosear por internet y, con cierta sorpresa, he descubierto un texto que había olvidado ya, sobre Sergio Makaroff (para leerlo, pincha aquí). Ahora le he perdido la pista, pero hubo un tiempo en el que nuestra relación fue ciertamente fluída. Incluso le organicé un par de conciertos y una conferencia en la Universidad de Lleida. Fue por esa época cuando se creó en Manresa "El club de la cançó", una propuesta musical pretendidamente minoritaria y muy cuidada. Y que por cierto sigue funcionando. Por allí han pasado Javier Ruibal, Gabriel Sopeña, Luis Eduardo Aute, Jorge Drexler (a quien también conocí más o menos por entonces, porque él y Benjamín Prado presentaron en Madrid una antología en la que yo participaba) y, claro, Sergio Makaroff: que me pidió que escribiera el texto para el tríptico que repartían en el concierto. Todavía recuerdo que cuando me subí al escenario para presentarle me quedé ciego (cortesía del encargado de la iluminación) y que al bajar se lo comenté a Sergio, que me sonrió y me dijo: "Ya te acostumbrarás". Fue el 28 de junio de 2001. Y, la verdad, me he acostumbrado.

Por si os apetece, os dejo este enlace de un tema clásico de Makaroff: "Tranqui, tronqui". Es de una actuación en vivo, en Los conciertos de Radio 3. Acompañado, nada menos que por el gran Ariel Rot y por Candy Caramelo, uno de los músicos habituales en las giras de Andrés Calamaro o de Fito y Fitipaldis.

viernes, 22 de julio de 2011

Claudio Rodríguez († 22 de julio de 1999)

Amanecida

Dentro de poco saldrá el sol. El viento,
aún con su fresca suavidad nocturna,
lava y aclara el sueño y da viveza,
incertidumbre a los sentidos. Nubes
de pardo ceniciento, azul turquesa,
por un momento traen quietud, levantan
la vida y engrandecen su pequeña
luz. Luz que pide, tenue y tierna, pero
venturosa, porque ama. Casi a medio
camino entre la noche y la mañana,
cuando todo me acoge, cuando hasta
mi corazón me es muy amigo, ¿cómo
puedo dudar, no bendecir el alba
si aún en mi cuerpo hay juventud y hay
en mis labios amor?

jueves, 21 de julio de 2011

Pere Calders († 21 de julio de 1994)

El expreso

Nunca nadie le dijo a qué hora pasaba el tren. Lo veían cargado con tantas maletas que les daba lástima explicarle que allí jamás hubo ni vías ni estación.

(trad. de Josep M. Rodríguez)

miércoles, 20 de julio de 2011

Mi secreto homenaje

Caminaba sin prisa y me detuve
a contemplar el humo,
su extraña ceremonia.

Humo antigua de fábrica,
intestino que creces y al crecer

te retuerces
                  y elevas
y me elevas contigo hasta fundirnos
con lo que te rodea.

Oscura imagen de la serenidad:
creo en ti.

(Cada paso que damos va trazando un órbita
alrededor de la palabra muerte.)

Humo antiguo de fábrica.
Tu canto vertical es existencia,

oscuridad de la que procedemos.

(De La caja negra, Pre-Textos, Valencia, 2004)

martes, 19 de julio de 2011

Luis García Montero

Luces de carretera

Lo primero que suele llamar la atención cuando uno descubre los poemas de Luis García Montero es la claridad que irradian. Esa forma tan directa y aparentemente sencilla de decir que “un hijo es el segundo país donde nacemos” o, también, que “vivir es ir doblando las banderas”. Es curioso, pero siempre que vuelvo sobre este último verso no puedo evitar acordarme del anciano y descreído Louis Aragon, quien después de sobrevivir al dadaísmo, a la Revolución Rusa de 1917, a Breton, a Stalin…, y una vez regresado ya de todos sus sueños, escribe: “A quién dejar mi herencia, un cianuro / de palabras caídas desde las utopías (...) Qué largo se hace morir durante toda una vida”.

Y de ahí, quizá, el subtítulo del volumen en el que se incluyen los citados versos: Les chambres. Poème du temps qui ne pas. Pero el tiempo sí pasa, incluso para Aragon, que cuenta setenta y dos años cuando el libro sale a la luz. Fue en 1969. Y aquél sería el último poemario que publicaría en vida, por lo que muchos lo consideran una especie de testamento literario: “A partir de un / cierto día vivir no es más que sobrevivir / Nunca más habrá otra cosa que este desorden llamado irrisoriamente memoria”.

Como en Les chambres, la poesía de Luis García Montero se ha venido caracterizando por un marcado componente autobiográfico ―recordemos, por ejemplo, “Irene mira por primera vez la lluvia” o “La realidad”―, una querencia que se ha acentuado en su libro más reciente, Vista cansada. Como escribe Don DeLillo al principio de una de sus mejores novelas, los poemas despojan la realidad hasta reducirla a algo que no siempre se está dispuesto a percibir. O, mejor, que uno tan sólo aprende y acepta con los años. Lo veíamos en Louis Aragon y lo vemos en García Montero: la poesía como ajuste de cuentas con la realidad. Sin medias tintas. Sirva de ejemplo el poema que el autor granadino dedica a su padre y que termina con un desolador y contundente “voy a decepcionarte también en mi vejez”.

En el otro extremo, poemas como “Aniversario (2004)” o “Maletas perdidas” nos muestran la cara amable de la vida. “Nunca estuvo en mi mano ser feliz. / Pero conozco la alegría”, se nos dice en un poema significativamente titulado “Compromiso”. Término, éste, del todo necesario para entender la poética de Luis García Montero: poesía comprometida con lo que nos rodea, pero, por encima de todo, poesía comprometida con uno mismo. Desde la dignidad. Desde el orgullo ―“Igual que estas palabras escritas con orgullo” sentencia el poema “Las huellas”.

Y hablando de huellas, no me resisto a citar los conocidísimos versos de Lope de Vega: “Cuando me paro a contemplar mi estado / y a ver los pasos por donde he venido”. Porque eso es, precisamente, Vista cansada. La obra de alguien que ha hecho un alto en el camino para ver dónde está y por dónde ha venido: su propio nacimiento (“1958”); sus padres (“Madre”, “Coronel García”), su infancia ―no en vano, “Infancia” es el título de una de las secciones―; sus años de estudiante (“Idioma”, “Asientos reservados”); sus “Primeros versos” y su “Primer amor”; sus amigos (“Defensa de la amistad”) o “Los hijos”: “Elisa, Irene, Mauro, / cada cual con su puerto y con su lluvia”.

Lo que no quiere decir que sus poemas se reduzcan a la mera autobiografía. “Se puede despojar de realidad una historia por querer hacerla demasiado veraz”, sentenció Oscar Wilde en La decadencia de la mentira. Frente a una literatura demasiado consciente de la realidad, Wilde propone el concepto de verosimilitud. Que es exactamente lo mismo que expusieron tanto Diderot, en La paradoja del comediante, como Luis García Montero en un artículo titulado “La poesía sigue siendo útil”: “No hay otra verdad en poesía que la verosimilitud”.

Una verosimilitud que se fundamenta en el conocimiento de la tradición y de los recursos técnicos. Ahora bien, para Luis García Montero dichos recursos son como el andamiaje de un edificio: sólo se necesitan durante su construcción. Y es precisamente ese no querer recrearse en saberes y costuras poéticas lo que estrecha la distancia entre lector y poeta, toda vez que acentúa la sensación de confidencia, de intimidad ―La intimidad de la serpiente era el título de su anterir libro―. Como si de repente alguien pusiera en nuestras manos un álbum fotográfico de su vida: “Hoy sé lo que pasó, / cómo se han comportado / los amores, los cuerpos, / el trabajo y la muerte”. Una idea sobre la que parece reincidir el poema “Dudas”: “Vas a ser un perdido. / No me importa. / Me parece más triste / no saber dónde estoy”. 

No hay duda de que Luis García Montero sabe dónde está. En lo vital y en lo literario. Suele decirse que hay poetas de juventud y poetas de madurez, en función de su cima literaria o de cuándo publican sus mejores versos. Y eso es así por lo difícil que le resulta a cualquier autor mantener su nivel más alto. Afortunadamente, Luis García Montero ha demostrado con Vista cansada que es una de esas raras excepciones. Un autor cuyos poemas son como esas luces de carretera que nos alumbran cuando más las necesitamos. Sin importar en qué punto del camino nos encontremos. 


(en Juan Carlos Abril y Xelo Candel, eds.:
El romántico ilustrado, Renacimiento, Sevilla, 2009)

domingo, 17 de julio de 2011

Anónimo japonés

Si falta el sake
los cerezos en flor
son menos bellos. 

(trad. de Josep M. Rodríguez)                                                           

viernes, 15 de julio de 2011

Roberto Bolaño

Me gusta cómo escribe Roberto Bolaño. Mejor dicho, cómo escribía. Porque el autor de Los detectives salvajes falleció el 15 de julio de 2003. Personalmente prefiero al prosista que al poeta, que tampoco está nada mal. Por ejemplo:

             Resurrección

             La poesía entra en el sueño
             como un buzo en un lago.
             La poesía, más valiente que nadie,
             entra y cae
             a plomo
             en un lago infinito como Loch Ness
             o turbio e infausto como el lago Balatón.
             Contempladla desde el fondo:
             un buzo
             inocente
             envuelto en las plumas
             de la voluntad.
             La poesía entra en el sueño
             como un buzo muerto
             en el ojo de Dios.

jueves, 14 de julio de 2011

Símbolo

Los olivos expresan el dolor:
giran sobre sí mismos,
se retuercen,
igual que un ejercicio manierista.

Hay un olivo cerca de mi casa
y aunque sé que el dolor es contagioso
me gusta compartir su soledad.

En ocasiones,
parece sugerirme
el esfuerzo final de alguien que se está ahogando
y que alarga la mano
como creyendo en Dios.

Si cerrase los ojos
llegaría a escuchar su oscuro grito.

Pero no,
no hay más grito que el tiempo
que gotea desnudo a medianoche.

Árbol mudo,
¿por qué extiendes tus ramas hacia mí?
Envejece el silencio en tu interior
y no me queda mucho que decirte.

Hoy contemplo el olivo
y soy yo el símbolo.

(De Frío, Pre-Textos, Valencia, 2002)

martes, 12 de julio de 2011

Hattori Ransetsu

Hace un par de entradas, habitantes me invitaba a traducir algo de Ransetsu. Primero samurái y más tarde discípulo de Bashō, se trata de un autor bastante desatendido en español. Me he permitido traducir, con algo más de libertad de la que acostumbro, uno de sus haikus que más me gustan:

                           Empieza el año.
                           También los gorriones
                           se felicitan.

lunes, 11 de julio de 2011

María Mercedes Carranza

La poeta colombiana María Mercedes Carranza se suicidó la noche del diez al once de julio del año 2003. Hace unos meses escribí un artículo sobre su Poesía completa (para leerlo, haz click aquí). Sirva de homenaje el siguiente poema, cuyo título, por cierto, es un verso de Lupercio Leonardo de Argensola:

         Si quiere amor que siga sus antojos

         He olvidado los nombres de todos,
         los nombres de mis muertos y los de mis hijos.
         No reconozco los olores de mi casa
         ni el sonido de la llave que gira en la puerta.

         No recuerdo el metal de la voces más queridas
         ni veo las cosas que mis ojos miran.
         Las palabras suenan sin que yo comprenda,
         soy extranjera por estas calles íntimas
         y no hay dicha ni desdicha que me hieran.

         He borrado mi historia de 40 años.
         Te amo.

domingo, 10 de julio de 2011

Kobayashi Issa

                             ¿Y si mi estrella
                             también durmiese sola?
                             Río Celeste.

En Japón existe la creencia de que a cada persona, en el momento de nacer, se le adjudica una estrella en el firmamento. En este haiku, Issa se pregunta si su estrella estará tan sola como él, pero entonces mira al cielo y descubre la Vía Láctea (literalmente, Río Celeste).

(trad. y nota de Josep M. Rodríguez,
en Kobayashi Issa: Poemas de madurez, 2008)

sábado, 9 de julio de 2011

Juan Larrea († 9 de julio de 1980)

Espinas cuando nieva
En el huerto de Fray Luis

Suéñame suéñame aprisa estrella de tierra
cultivada por mis párpados cógeme por mis asas de sombra
alócame de alas de mármol ardiendo estrella estrella entre mis cenizas

Poder poder al fin hallar bajo mi sonrisa la estatua
de una tarde de sol los gestos a flor de agua
los ojos a flor de invierno

Tú que en la alcoba del viento estás velando
la inocencia de depender de la hermosura volandera
que se traiciona en el ardor con que las hojas vuelven hacia el pecho más débil

Tú que asumes luz y abismo al borde de esta carne
que cae hasta mis pies con una viveza herida

Tú que en selvas de error andas perdida

Súpón que en mi silencio vive una oscura rosa sin salida y sin lucha

jueves, 7 de julio de 2011

Erich Salomon

En italiano, el término paparazzi significa "mosquitos". Sin embargo, fue a partir del personaje de Paparazzo en La dolce vita de Fellini cuando dicha palabra saltó las fronteras lingüísticas y pasó a designar peyorativamente a los fotógrafos de la prensa rosa, especialmente a los más entrometidos y sin escrúpulos. Pues bien, uno de los precursores del periodismo fotográfico fue el alemán Erich Salomon. De hecho, casi puede decirse que él inventó la "cámara indiscreta". Su educación, su elegancia y su discreción le permitieron colarse en lugares por entonces prohibidos, como tribunales, despachos gubernamentales, convenciones, conferencias internacionales... Hasta el punto de que Aristide Briand, político francés y Premio Nobel de la Paz, llegó a exclamar en cierta ocasión: "¿Qué es una conferencia internacional si no está Salomon en ella?". Y eso sucedía, a diferencia de los actuales paparazzi, porque Salomon se mezclaba entre las personas que retrataba hasta ser una más. De ahí la naturalidad de sus fotografías. Tanto fue así que cuando en 1931 resumió su trabajo, lo tituló utilizando un símil pugilístico: Famosos contemporáneos con la guardia baja. Salomon Murió el 7 de julio de 1944.


En esta Reunión de estrellas del cine, de 1930, puede verse entre otros
a los actores Maurice Chevalier y Vilma Bánky,
al director Ernst Lubitsch
y al fundador de los Estudios Universal, Carl Laemmle. 

miércoles, 6 de julio de 2011

Delmira Agustini († 6 de julio de 1914)

Lo inefable

Yo muero extrañamente... No me mata la Vida,
No me mata la Muerte, no me mata el Amor;
Muero de un pensamiento mudo como una herida...
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
De un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,
Devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
Que os abrasaba enteros y no daba fulgor?...
Cumbre de los Martirios!... Llevar eternamente,
Desgarradora y árida, la trágica simiente
Clavada en las entrañas como un diente feroz!...
Pero arrancarla un día en una flor que abriera
Milagrosa, inviolable!... Ah, más grande no fuera
Tener entre las manos la cabeza de Dios!

martes, 5 de julio de 2011

Maria-Mercè Marçal

El 5 de julio de 1998 falleció Maria-Mercè Marçal. Tenía 45 años. Es una de las poetas catalanas más interesantes. Al menos para mí. No manejo ninguna edición bilingüe de su obra, así que esta mañana me he animado a traducir (con alguna pequeña licencia) uno de sus poemas que más breves: 

                         Porque tengo los ojos de madera,
                         a veces,
                                     me llora un gusano.

lunes, 4 de julio de 2011

"Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea", de Gustavo Guerrero

Escaparate inmenso
 
En Contes des sages de l’Inde, Martine Quentric-Séguy recoge la historia de un príncipe que ante la prematura muerte de su padre tiene que hacerse cargo del reino. Consciente de su falta de preparación, el nuevo rey pidió a sus consejeros que recorrieran el mundo recopilando toda la sabiduría y toda la ciencia que encontrasen a su paso. Tardaron años en regresar y fue tanta la cantidad de rollos, de volúmenes, de dromedarios cargados de libros, que el rey comprendió que le sería imposible leerlos aunque viviese dos vidas; así que encomendó a los hombres más sabios del reino que se los resumieran. Y pasaron los meses, y pasaron los años, y el rey dispuso de una magnífica biblioteca que, sin embargo, sus funciones como gobernante le impedían leer. De ahí que se decidiese a reunir nuevamente a sus asesores para encargarles que sintetizaran aquellos conocimientos y saberes en un único libro. Ni que decir tiene que tuvo que pasar mucho tiempo hasta que, un día, el monarca recibiera la visita de sus consejeros con el ansiado libro, de varios tomos. Pero el rey ya estaba demasiado viejo y enfermo para leerlos: si cerraba los ojos podía escuchar cómo se aproximaba la muerte. Debía apresurarse, así que le pidió al más sabio de entre los sabios que resumiera aquellos volúmenes en una sola frase. “Majestad –dijo– toda la sabiduría cabe en tres palabras: vive el instante”. Y es, precisamente, esa necesidad de aprovechar, de vivir el instante, la que parece arrastrar al hombre contemporáneo hacia lo nuevo. Todo envejece demasiado rápido. Y la rapidez, como escribió Gregorio Marañón, es una virtud que engendra también su vicio, que es la prisa.
 
Una prisa de la que ni siquiera escapa la poesía: da la sensación de que si un autor no edita un libro cada tres o cuatro años, no existe. Y qué decir de las antologías de lírica joven, en las que ya incluso se destaca a poetas que aún no han publicado su primera obra: en lo que vendría a ser algo parecido a ir a una exposición de flores y sólo encontrar semillas. ¿Por qué tanta prisa? Hay caminos que hay que andar despacio, y la poesía, sin duda, es uno de ellos. Por eso es de agradecer que, a la hora de ofrecernos una visión panorámica del otro lado del Atlántico, el venezolano Gustavo Guerrero se decante por escritores de más de treinta años –una edad en la que las promesas ya deben ir acompañadas de realidades.

Pero empecemos por el principio: Cuerpo plural es una selección de cincuenta y ocho autores hispanoamericanos nacidos entre 1959 y 1979, cuyo nexo común es, según su antólogo, “la erosión y el gradual desmantelamiento del paradigma poético que se impone con el modernismo y las vanguardias”. Por lo general, cada escuela o promoción literaria nace y se inflama desde contacto directo con la anterior, como cuando encendemos un cigarrillo con la colilla de otro. Pues bien, para Gustavo Guerrero este grupo de escritores parte y a la vez rompe con la tradición moderna de la poesía. “Se trata de poner en tela de juicio la literatura / con criterios no creados por ella; o sea: / de tensar los versos ante la acción del fuego / y de calificarlos no con el lápiz sino con el cuchillo, / por ejemplo, o una sierra cariada o el carozo / de un durazno”.

Estos versos del argentino Sergio Raimondi muestran la actitud combativa y desmitificadora de los autores reunidos por Gustavo Guerrero. Y es precisamente esa actitud desmitificadora la que en cierta medida justifica el uso de la burla, la parodia y la ironía en textos como “Hoy cocina Matsuo Bashō”, del propio Raimondi, o “El lugar donde se fríen los espárragos”, del mexicano Julián Herbert: “(En el lugar donde se fríen los espárragos / no queda un palmo de tierra para sembrar plantas sagradas.) // Trabajos de poeta. / Aspiración. Espiración. Espiritismo / con sonsonete. La belleza es sólo caos…”

Es obvio que la poesía ha dejado de ser un oráculo. Que ya ni siquiera ordena o estructura. El chileno Héctor Hernández Montecinos lo deja claro: “Porque cuando los dioses se quedan en silencio los desiertos de atacamas del mundo florecen hacia adentro de los ojos / Ya no queremos ser más ciegos / Buscamos luchar contra la desesperación del tiempo y los demonios del poder / Pero sólo ahora hemos resuelto que la poesía es un rumor de prestidigitadores / Y que nuestros dedos son dardos / La verdad es una de las pocas mentiras que hace daño en este contexto / No escribimos artes poéticas / Leemos las coyunturas de la vida”. 

Ese interés, casi me atrevería a decir esa obsesión por la realidad que les rodea, es una característica común entre estos autores. El ya mencionado Herbert tiene un poema titulado “Mac Donald’s” (sic.), mientras que –en “Variación retórica mínima”– el paraguayo Joaquín Morales imagina distintos escenarios donde la muerte podría sorprendernos: frente al café con leche y la pasta del desayuno, o quizás frente a un helado a medio consumir y una mosca revoloteando alrededor, o puede incluso que en calzoncillos, mientras nos rascamos “el ombligo y la experiencia”. Y ya que estamos con la muerte, no me resisto a citar “El inmortal”, breve texto del colombiano John Galán Casanova: “Soñé mi epitafio // No tenía lápida / ni tumba. // Era una simple nota / pegada con cinta / y decía: // Estoy en la biblioteca”.

Ni la muerte escapa al tono desenfadado y a la broma. De hecho, en algunos casos, ese desdén por “las verdades más altas y espirituales” y la consiguiente atracción por “nuestra realidad baja y material”, en palabras de Gustavo Guerrero, desemboca en el hiperrealismo o en cierta estética de la marginalidad, como si se tratase de un cuento de Raymond Carver –al que, por cierto, la argentina Laura Wittner dedica uno de sus poemas– o de una fotografía de Anders Petersen. Pienso, por ejemplo, en “Probablemente aprendería a quererla si se rociara el cuerpo de bourbon”, del mexicano José Eugenio Sánchez, o en uno de los autores jóvenes más interesantes, el dominicano Frank Báez: “no tienes dinero para taxis, no tienes teléfono, / eres un madero flotando en el lago, te duermes / en el último vagón del metro, el alba helada te encuentra / en porches fumando o avanzando por barrios polacos, / por 95th Dan Ryan, por Oak Park, por Belmont…”
 
La suciedad, la herrumbre, los márgenes, también están presentes en la poesía de argentino Daniel García Helder. Y es que el cuestionamiento de los modelos tradicionales lleva a estos escritores a una constante experimentación en busca de nuevos lenguajes poéticos. Quizá los casos aparentemente más llamativos sean los del chileno Jaime Luis Huenún –que mezcla el español y el mapuche, algo parecido a lo que ya hicieran algunos autores chicanos, como Tino Villanueva, cuyos poemas combinan español e inglés– y el boliviano Juan Carlos Ramiro Quiroga, que invierte el orden de las palabras en cada verso, supongo que con el mismo objetivo con el que Georg Baselitz le da la vuelta a sus cuadros: liberar la pintura o en este caso los poemas de estructuras preconcebidas. Cito al guatemalteco Allan Mills: “No cabe la poesía en la palabra: / la estira / la tensa / la quiebra”.

Más allá de este cuestionamiento de los modelos tradicionales de escritura, si hay una característica común a los autores seleccionados por Gustavo Guerrero es, precisamente, la ausencia de características comunes, es decir, su pluralidad –y de ahí el título de la antología–. Del oscuro neobarroco del dominicano León Félix Batista, al delicado minimalismo del colombiano Jorge Cadavid o a la poesía de alto voltaje del peruano José Carlos Yrigoyen. Pasando por el culturalismo irónico de Eduardo Chirinos o por el hermetismo de muchos de los nombres recogidos en este volumen. Permítanme un apunte al respecto de esto último: no entiendo por qué algunos de estos autores encierran la poesía en un laberinto sin Minotauro, es decir, en un hermetismo que no tiene más peligro, más riesgo, que el hermetismo en sí.

Pero volvamos al peruano Eduardo Chirinos, del que la editorial Visor acaba de publicar Mientras el lobo está –probablemente el mejor de sus últimos libros–. Como él, otros autores han publicado en editoriales españolas: Ramón Cote Baraibar, Edgardo Dobry, Luis Chaves, Julio Trujillo… Sin embargo, a buen seguro que el lector descubrirá nuevos nombres que prenderán la mecha de su curiosidad. Y tal vez por eso sorprende que Gustavo Guerrero tan sólo haya seleccionado uno o dos textos de Patricia Guzmán, de Otoniel Guevara, de Fernando Denis o, por no extendernos, de Kathia Chari. Todos ellos conforman –junto a otros poetas a destacar, como Rolando Sánchez Mejías, Edwin Madrid o Sergio Parra– el inmenso escaparate que es, en definitiva, Cuerpo plural. No deje el lector, como el rey del cuento, de disfrutar de su lectura.

En Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 723 (septiembre, 2010)

domingo, 3 de julio de 2011

Jorge Enrique Adoum († 3 de julio de 2009)

Home sweet home

de qué carajo sirvió todo el amor sobre todo
si después de todo llegaron las explicaciones
esa excrecencia que le nace al destino
cuando ya se han gastado por el uso los cuerpos 
entonces me voy yendo
pero nos quedamos quedándonos
animalmente atados entre nosotrosdós

y vivieron felices muchos años.