viernes, 19 de agosto de 2011

Federico García Lorca († 19 de agosto de 1936)

Soneto de la dulce queja 

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.

martes, 16 de agosto de 2011

Kobayashi Issa

Oscuridad...
Sólo se oye el susurro
de un abanico.

(trad. de Josep M. Rodríguez en                
Kobayashi Issa, Poemas de madurez, 2008)              

lunes, 8 de agosto de 2011

Joan Salvat-Papasseit

Ayer se cumplieron ochenta y siete años de la muerte de Joan Salvat-Papasseit, sin duda uno de los poetas más interesantes de la poesía catalana moderna. Me gustaría creer que su temprana lectura me marcó especialmente. O que lo han hecho las constantes relecturas. Ayer estuve dándole vueltas a uno de sus poemas que me sé de memoria, tratando de traducirlo. Pero a medida que trabajaba en el poema, el poema se iba alejando del original. Era cada vez más mío. Supongo que es lo que sucede cuando has dejado madurar tanto tiempo unos versos en tu cabeza. "La libertad no es cara por ser escasa, sino que es escasa porque hay que ganársela", escribió. Pues bien, mientras dejo en el cajón (para que repose) el borrador que escribí ayer, paso a copiaros otro de los poemas que prefiero, en versión de Enric Sullà:

Todo el recuerdo de mañana

Ahora que estoy en la cama
                                          enfermo
                                          estoy bastante contento.
Mañana me levantaré         quizá    
y he aquí lo que me espera:
Unas plazas resplandecientes de luz,
y unas verjas con flores
                                    bajo el sol,
                                    bajo la luna al anochecer;
y la chica que trae la leche
que tiene una cabecita ligera
y lleva un delantalillo
                                con un dobladillo hecho de punto de encaje,
                                y una risa fresca.
Y también aquel chiquillo que voceará el periódico,
y que sube a los tranvías
                                     y baja
                                     corriendo.
Y el cartero
que si pasa y no me deja ninguna carta me angustia
porque no sé el secreto
                                   de las otras que lleva.
Y también el aeroplano
que me hará alzar la cabeza
lo mismo que si me llamara una voz desde una terraza.
Y las mujeres del barrio
                                    madrugadoras
que cruzan deprisa en dirección al mercado
con sendas cestas amarillas,
y vuelven
              que rebosan las coles,
y a veces la carne,
y de otro las cerezas rojas.
Y después el tendero,
que saca la tostadora de café
                                           y empieza a dar vueltas a la manivela,
y que llama a las muchachas
y les dice: ¿Ya lo tiene todo?
Y las chicas sonríen
                              con una sonrisa clara,
que es el bálsamo que sale de la esfera a que él da vueltas.
Y toda la chiquillería del vecindario
que armará tanto ruido porque será jueves
y no irá a la escuela.
Y los caballos sensatos
                                   y los carreteros dormidos
bajo la vela en punta
que danza siguiendo las rodadas.
Y el vino que hace tantos días que no he bebido.
Y el pan,
              sobre la mesa,
y a sopa rubia,
                      humeante,
y vosotros,     amigos,
porque vendréis a verme
y nos miraremos felices.
Todo eso me espera
                               si me levanto
                               mañana.
Si no me puedo levantar
                                     nunca más,
he aquí lo que me espera:
Vosotros permaneceréis,
para ver lo bueno que es todo:
y la Vida
y la Muerte.

sábado, 6 de agosto de 2011

Kobayashi Issa

Por mucho que se griten,
el río les separa...
Ciervos enamorados.

(trad. de Josep M. Rodríguez en Kobayashi Issa,
Poemas de madurez, Juan de Mairena y de libros, 2008)

martes, 2 de agosto de 2011

William S. Burroughs († 2 de agosto de 1997)

"Digamos simplemente que era un maestro, y se puede afirmar que tenía todo el derecho a enseñar, ya que se había pasado la vida aprendiendo". Así se describe a William S. Burroughs, quiero decir a Old Bull Lee en la novela On the road. A menudo, Jack Kerouac solía disfrazar en sus textos a personas reales, como a Neal Cassady, que era Dean Moriarty en esa misma novela. O a Ginsberg. O a Burroughs, que firmó su primera novela, Junkie, con el apellido de su madre: Bill Lee.

Kerouac siempre admiró a Burroughs. Hubo un tiempo en el que ellos dos compartieron apartamento junto a sus respectivas parejas: Edie Parker y Joan Vollmer. En el prólogo a Queer, Burroughs afirmó que sin la muerte de Joan no habría sido jamás escritor. Que ese acontecimiento le puso en contacto con el Mal y con la necesidad angustiante de canalizarlo a trávés de la escritura. 

Así relató la muerte de Joan en una entrevista: "Debo decir que la muerte de Joan en 1951 ha representado para mí un dolor angustiante con el que he cargado durante cuarenta años. Fue algo terrible, y sufro pensando que todavía hay quien cree que se trató de un acto deliberado. Siempre he dicho la verdad sobre la forma en que sucedieron los hechos. Ambos estábamos borrachos y no éramos conscientes de nuestros actos. Ella me desafió a disparar a un vaso que se había puesto en la cabeza y, sólo Dios sabe por qué, yo acepté la apuesta. Durante toda mi vida he lamentado aquel día".

lunes, 1 de agosto de 2011

Raymond Carver

Mañana se cumplen veintitrés años de la muerte de Raymond Carver. Sin duda, uno de los grandes grandes maestros de la prosa moderna. Sus relatos están entre mis preferidos. Pero Carver también escribió poemas. Y muy buenos: como aquel que dedica a Antonio Machado. O aquel otro titulado "Asia". A ver qué os parece el siguiente, en traducción de Jaime Priede (Todos nosotros, Bartleby, 2006).

     Lluvia

     Me desperté esta mañana con
     unas ganas tremendas de quedarme todo el día en la cama
     leyendo. Luché contra ello durante un rato.

     Me asomé entonces a la ventana y estaba lloviendo.
     Y me rendí. Me dediqué por entero
     al cuidado de esta mañana lluviosa.

     ¿Viviría mi vida otra vez?
     Con los mismos errores imperdonables?
     Sí, a la mínima posibilidad que tuviera. Sí.