lunes, 26 de septiembre de 2011

El umbral, de María Victoria Atencia

En La estafeta del viento acaban de colgar mi reseña de El umbral, de María Victoria Atencia. Para leerla, haz click aquí.

martes, 13 de septiembre de 2011

lunes, 12 de septiembre de 2011

Eugenio Montale († 12 de septiembre de 1981)

Para terminar

Recomiendo a mis herederos
(si los hubiese) en materia literaria,
lo que ya es imposible, que hagan
una hermosa fogata con todo lo que atañe
a mi vida, a mis actos, a lo no hecho.
Yo no soy un Leopardi; dejo poco a las llamas
y es demasiado ya vivir al porcentaje.
Viví al cinco por ciento; no aumentéis
la dosis. Demasiado a menudo, en cambio, llueve.

(trad. de Javier Sologuren y Carlos Germán Belli, en
Poesía italiana del siglo XX, 2006)

viernes, 9 de septiembre de 2011

Sthépane Mallarmé († 9 de septiembre de 1898)

Brisa marina

¡Ay, triste está la noche y lo he leído todo!
¡Huir! ¡Lejos huir! ¡Ebrios siento a los pájaros
De estar entre la espuma ignorada y los cielos!
Nada, ni aun viejos parques que en los ojos reflejan, 
Retendrá al corazón que en los mares se baña.
¡Noches! Ni la desierta claridad de mi lámpara
Sobre el papel vacío que su blancor defiende
Ni la joven esposa que amamanta a su hijo.
¡Yo partiré! ¡Vapor que balanceas tu mástil,
Leva el ancla hacia una naturaleza exótica!

¡Un Hastío, angustiado por crueles esperanzas 
Cree aún en el supremo adiós de los pañuelos! 
Y, puede ser, los mástiles, buscando tempestades
Son de aquellos que un viento sobre el naufragio inclina
Perdido, sin los mástiles, sin fértiles islotes...
¡Pero, corazón, oye cantar los marineros! 

(trad. de Pilar Gómez Bedate, en Mallarmé, Madrid, Júcar, 1995)

viernes, 19 de agosto de 2011

Federico García Lorca († 19 de agosto de 1936)

Soneto de la dulce queja 

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.

martes, 16 de agosto de 2011

Kobayashi Issa

Oscuridad...
Sólo se oye el susurro
de un abanico.

(trad. de Josep M. Rodríguez en                
Kobayashi Issa, Poemas de madurez, 2008)              

lunes, 8 de agosto de 2011

Joan Salvat-Papasseit

Ayer se cumplieron ochenta y siete años de la muerte de Joan Salvat-Papasseit, sin duda uno de los poetas más interesantes de la poesía catalana moderna. Me gustaría creer que su temprana lectura me marcó especialmente. O que lo han hecho las constantes relecturas. Ayer estuve dándole vueltas a uno de sus poemas que me sé de memoria, tratando de traducirlo. Pero a medida que trabajaba en el poema, el poema se iba alejando del original. Era cada vez más mío. Supongo que es lo que sucede cuando has dejado madurar tanto tiempo unos versos en tu cabeza. "La libertad no es cara por ser escasa, sino que es escasa porque hay que ganársela", escribió. Pues bien, mientras dejo en el cajón (para que repose) el borrador que escribí ayer, paso a copiaros otro de los poemas que prefiero, en versión de Enric Sullà:

Todo el recuerdo de mañana

Ahora que estoy en la cama
                                          enfermo
                                          estoy bastante contento.
Mañana me levantaré         quizá    
y he aquí lo que me espera:
Unas plazas resplandecientes de luz,
y unas verjas con flores
                                    bajo el sol,
                                    bajo la luna al anochecer;
y la chica que trae la leche
que tiene una cabecita ligera
y lleva un delantalillo
                                con un dobladillo hecho de punto de encaje,
                                y una risa fresca.
Y también aquel chiquillo que voceará el periódico,
y que sube a los tranvías
                                     y baja
                                     corriendo.
Y el cartero
que si pasa y no me deja ninguna carta me angustia
porque no sé el secreto
                                   de las otras que lleva.
Y también el aeroplano
que me hará alzar la cabeza
lo mismo que si me llamara una voz desde una terraza.
Y las mujeres del barrio
                                    madrugadoras
que cruzan deprisa en dirección al mercado
con sendas cestas amarillas,
y vuelven
              que rebosan las coles,
y a veces la carne,
y de otro las cerezas rojas.
Y después el tendero,
que saca la tostadora de café
                                           y empieza a dar vueltas a la manivela,
y que llama a las muchachas
y les dice: ¿Ya lo tiene todo?
Y las chicas sonríen
                              con una sonrisa clara,
que es el bálsamo que sale de la esfera a que él da vueltas.
Y toda la chiquillería del vecindario
que armará tanto ruido porque será jueves
y no irá a la escuela.
Y los caballos sensatos
                                   y los carreteros dormidos
bajo la vela en punta
que danza siguiendo las rodadas.
Y el vino que hace tantos días que no he bebido.
Y el pan,
              sobre la mesa,
y a sopa rubia,
                      humeante,
y vosotros,     amigos,
porque vendréis a verme
y nos miraremos felices.
Todo eso me espera
                               si me levanto
                               mañana.
Si no me puedo levantar
                                     nunca más,
he aquí lo que me espera:
Vosotros permaneceréis,
para ver lo bueno que es todo:
y la Vida
y la Muerte.

sábado, 6 de agosto de 2011

Kobayashi Issa

Por mucho que se griten,
el río les separa...
Ciervos enamorados.

(trad. de Josep M. Rodríguez en Kobayashi Issa,
Poemas de madurez, Juan de Mairena y de libros, 2008)

martes, 2 de agosto de 2011

William S. Burroughs († 2 de agosto de 1997)

"Digamos simplemente que era un maestro, y se puede afirmar que tenía todo el derecho a enseñar, ya que se había pasado la vida aprendiendo". Así se describe a William S. Burroughs, quiero decir a Old Bull Lee en la novela On the road. A menudo, Jack Kerouac solía disfrazar en sus textos a personas reales, como a Neal Cassady, que era Dean Moriarty en esa misma novela. O a Ginsberg. O a Burroughs, que firmó su primera novela, Junkie, con el apellido de su madre: Bill Lee.

Kerouac siempre admiró a Burroughs. Hubo un tiempo en el que ellos dos compartieron apartamento junto a sus respectivas parejas: Edie Parker y Joan Vollmer. En el prólogo a Queer, Burroughs afirmó que sin la muerte de Joan no habría sido jamás escritor. Que ese acontecimiento le puso en contacto con el Mal y con la necesidad angustiante de canalizarlo a trávés de la escritura. 

Así relató la muerte de Joan en una entrevista: "Debo decir que la muerte de Joan en 1951 ha representado para mí un dolor angustiante con el que he cargado durante cuarenta años. Fue algo terrible, y sufro pensando que todavía hay quien cree que se trató de un acto deliberado. Siempre he dicho la verdad sobre la forma en que sucedieron los hechos. Ambos estábamos borrachos y no éramos conscientes de nuestros actos. Ella me desafió a disparar a un vaso que se había puesto en la cabeza y, sólo Dios sabe por qué, yo acepté la apuesta. Durante toda mi vida he lamentado aquel día".

lunes, 1 de agosto de 2011

Raymond Carver

Mañana se cumplen veintitrés años de la muerte de Raymond Carver. Sin duda, uno de los grandes grandes maestros de la prosa moderna. Sus relatos están entre mis preferidos. Pero Carver también escribió poemas. Y muy buenos: como aquel que dedica a Antonio Machado. O aquel otro titulado "Asia". A ver qué os parece el siguiente, en traducción de Jaime Priede (Todos nosotros, Bartleby, 2006).

     Lluvia

     Me desperté esta mañana con
     unas ganas tremendas de quedarme todo el día en la cama
     leyendo. Luché contra ello durante un rato.

     Me asomé entonces a la ventana y estaba lloviendo.
     Y me rendí. Me dediqué por entero
     al cuidado de esta mañana lluviosa.

     ¿Viviría mi vida otra vez?
     Con los mismos errores imperdonables?
     Sí, a la mínima posibilidad que tuviera. Sí.

sábado, 30 de julio de 2011

Ida y vuelta (antología)

La recién, recién estrenada editorial Fin de viaje acaba de publicar, haciendo honor a su nombre, una antología poética sobre el viaje titulada Ida y vuelta. La ha preparado Begoña Callejón y yo participo con mi poema "Silencio". Esta es la portada del libro:


viernes, 29 de julio de 2011

Javier Egea

Hay entradas que uno no querría escribir. Y esta es una de ellas. No he podido olvidar dónde me encontraba cuando una llamada telefónica me puso al corriente del suicidio de Javier Egea, el 29 de julio de 1999. Unos meses antes habíamos estado cenando y tomando unas copas con unos amigos. Coincidimos en cuatro o cinco ocasiones, tampoco más. Y siempre de la mano de la poesía. Como cuando vino a Lleida a recitar los versos de Rafael Alberti junto a Susana Oviedo. Todavía conservo con cariño un ejemplar de Paseo de los tristes dedicado y con las erratas corregidas a mano por él. Y recuerdo algunos de los consejos que me dio. Y por supuesto sus poemas.

            Noche canalla

            Yo no sé si la quise pero andaba conmigo,
            me guiaba su risa por la ciudad tan gris.
            Ella tenía en su boca colinas de Ketama
            y el cielo de sus ojos me pintaba de añil.

            Yo vi tantas estrellas como ella puso siempre
            en aquel cielo raso como un paño de tul.
            Ella llevaba el pelo como la Janis Joplin
            y los labios morados como el Parfait-Amour.

            La he perdido en un bosque de jeringas brillantes
            por donde nos decían que se llegaba al mar;
            se fue sobre un caballo de hermosos ojos negros,
            por más que yo me muera no la podré olvidar.

            Bajo el cielo ceniza me conducen mis piernas.
            Esta noche no tengo ni esperanza ni amor.
            Sólo queda el calor de mi pobre navaja.
            Hoy me he visto la cara de un retrato-robot.

            A pesar de sus ojos he salido a la calle,
            a pesar de sus ojos me ha tocado vivir.
            En un barrio de muertos me trajeron al mundo.
            Esta noche canalla no respondo de mí.

jueves, 28 de julio de 2011

Darío Jaramillo Agudelo

Hoy cumple años Darío Jaramillo Agudelo. Nacido en Santa Rosa de Osos (Antioquia, Colombia) el 28 de julio de 1947. Hace tiempo publiqué una reseña de su antología Del amor, del olvido (para leerla, haz click aquí). Hoy aprovecho para colgar dos poemas suyos muy, muy breves y enviarle un abrazo.

Conjuro

¿Por qué no tu boca aquí,
por qué no sobre mi piel tu aliento
por qué no adentro yo de tus abismos?

                                                           14

                                                           Sé que el amor
                                                           no existe
                                                           y sé también
                                                           que te amo.

miércoles, 27 de julio de 2011

Cuadernos hispanoamericanos

Acabo de darme cuenta de que no he anunciado las últimas colaboraciones en la revista Cuadernos hispanoamericanos. En el número de mayo, 731, participo con un texto sobre el poeta chileno Pedro Lastra titulado "Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca". En la siguiente entrega, 732, con una reseña de Los poemas elegidos, del autor peruano Carlos Germán Belli.  Y en el último número hasta la fecha, 733, correspondiente a julio de 2011, con un artículo sobre Un invierno propio de Luis García Montero, titulado "Cambiar el mundo".

martes, 26 de julio de 2011

Gerda Taro

Hace tres días que encontraron el cadáver de Amy Winehouse en el apartamento que la cantante tenía en el barrio londinense de Candem. Tenía veintisiete años, la misma edad al morir que Kurt Cobain, Jimi Hendrix, Janis Joplin o Jim Morrison. Pues bien, sólo seis días privaron a Gerda Taro de pertenecer también a este morboso grupo de artistas fallecidos a los veintisiete años. Seis días que no impidieron que la vida de esta fotógrafa judía nacida en Stuttgart, en 1910, resultase tan fascinante como la de cualquiera de los arriba mencionados. Por su temprano compromiso con la izquierda socialista. Porque escapó de la Alemania nazi siendo una adolescente. Por su historia de amor con el reportero gráfico Endre Ernö Friedman, tres años más joven, con quien se inventó el personaje de Robert Capa para así poder cobrar más por cada fotografía (que al principio hacían indistintamente Friedman y ella). O porque murió atropellada por un tanque en el frente de Brunete, lo que la convierte en la primera mujer corresponsal de guerra que fallece cubriendo un conflicto. El veintiséis de julio de 1937.

Milicianas republicanas en plena instrucción, 1936.

lunes, 25 de julio de 2011

Diane Arbus

El catorce de marzo de 1923 nació Diane Nemerov, hermana del poeta Howard Nemerov. A los dieciocho años, Diane empieza a dar sus primeros pasos en la fotografía gracias a Berenice Abott. En ese mismo 1941 Diane visitó a Alfred Stieglitz y se casó con Allan Arbus. Tras la Segunda Guerra Mundial, el matrimonio se dedicó a la fotografía de moda para revistas como Vogue o Esquire. Sin embargo, fueron las lecciones impartidas por Lisette Model en el New School for Social Research de Nueva York las que terminarían por modelar su personalidad creativa. De la artista austríaca aprendió a no pulsar el disparador hasta que la imagen que contemplaba no le doliese en la boca del estómago. Cada persona construye su propio infierno. Y el de Diane Arbus está repleto de excesos: enanos y gigantes, casas del terror, figuras de cera... "El mundo está lleno de personajes ficticios en busca de su historia", escribió. Sí, cada persona construye su propio infierno. Y lo arrastra hasta su muerte. Mañana se cumplen treinta años del suicidio de Diane Arbus.
 Topless dancer in her dressing room, San Francisco, 1968. 

domingo, 24 de julio de 2011

Ínsula, 775-776

Acaba de salir el número de Ínsula que sirve de homenaje a dos de los poetas centrales de la Generación del 50: José Manuel Caballero Bonald y Francisco Brines. Un número doble en el que participan Luis García Montero, Juan Carlos Abril, Araceli Iravedra, Antonio Jiménez Millán, José Ramón Ripoll, Fernando G. Delgado, Antonio Lucas, Carlos Pardo, Ana Gorría, Enrique Nogueras, Jesús García Sánchez, Carlos Marzal, Vicente Gallego, Antonio Cabrera, Felipe Benítez Reyes, Andrés Navarro, Marcela Romano, Francisco Díaz de Castro y José Andújar Almansa. Y donde yo también colaboro con un artículo sobre Francisco Brines titulado "El largo viaje a Oriente".

sábado, 23 de julio de 2011

Sergio Makaroff

Esta mañana he podido curiosear por internet y, con cierta sorpresa, he descubierto un texto que había olvidado ya, sobre Sergio Makaroff (para leerlo, pincha aquí). Ahora le he perdido la pista, pero hubo un tiempo en el que nuestra relación fue ciertamente fluída. Incluso le organicé un par de conciertos y una conferencia en la Universidad de Lleida. Fue por esa época cuando se creó en Manresa "El club de la cançó", una propuesta musical pretendidamente minoritaria y muy cuidada. Y que por cierto sigue funcionando. Por allí han pasado Javier Ruibal, Gabriel Sopeña, Luis Eduardo Aute, Jorge Drexler (a quien también conocí más o menos por entonces, porque él y Benjamín Prado presentaron en Madrid una antología en la que yo participaba) y, claro, Sergio Makaroff: que me pidió que escribiera el texto para el tríptico que repartían en el concierto. Todavía recuerdo que cuando me subí al escenario para presentarle me quedé ciego (cortesía del encargado de la iluminación) y que al bajar se lo comenté a Sergio, que me sonrió y me dijo: "Ya te acostumbrarás". Fue el 28 de junio de 2001. Y, la verdad, me he acostumbrado.

Por si os apetece, os dejo este enlace de un tema clásico de Makaroff: "Tranqui, tronqui". Es de una actuación en vivo, en Los conciertos de Radio 3. Acompañado, nada menos que por el gran Ariel Rot y por Candy Caramelo, uno de los músicos habituales en las giras de Andrés Calamaro o de Fito y Fitipaldis.

viernes, 22 de julio de 2011

Claudio Rodríguez († 22 de julio de 1999)

Amanecida

Dentro de poco saldrá el sol. El viento,
aún con su fresca suavidad nocturna,
lava y aclara el sueño y da viveza,
incertidumbre a los sentidos. Nubes
de pardo ceniciento, azul turquesa,
por un momento traen quietud, levantan
la vida y engrandecen su pequeña
luz. Luz que pide, tenue y tierna, pero
venturosa, porque ama. Casi a medio
camino entre la noche y la mañana,
cuando todo me acoge, cuando hasta
mi corazón me es muy amigo, ¿cómo
puedo dudar, no bendecir el alba
si aún en mi cuerpo hay juventud y hay
en mis labios amor?

jueves, 21 de julio de 2011

Pere Calders († 21 de julio de 1994)

El expreso

Nunca nadie le dijo a qué hora pasaba el tren. Lo veían cargado con tantas maletas que les daba lástima explicarle que allí jamás hubo ni vías ni estación.

(trad. de Josep M. Rodríguez)

miércoles, 20 de julio de 2011

Mi secreto homenaje

Caminaba sin prisa y me detuve
a contemplar el humo,
su extraña ceremonia.

Humo antigua de fábrica,
intestino que creces y al crecer

te retuerces
                  y elevas
y me elevas contigo hasta fundirnos
con lo que te rodea.

Oscura imagen de la serenidad:
creo en ti.

(Cada paso que damos va trazando un órbita
alrededor de la palabra muerte.)

Humo antiguo de fábrica.
Tu canto vertical es existencia,

oscuridad de la que procedemos.

(De La caja negra, Pre-Textos, Valencia, 2004)

martes, 19 de julio de 2011

Luis García Montero

Luces de carretera

Lo primero que suele llamar la atención cuando uno descubre los poemas de Luis García Montero es la claridad que irradian. Esa forma tan directa y aparentemente sencilla de decir que “un hijo es el segundo país donde nacemos” o, también, que “vivir es ir doblando las banderas”. Es curioso, pero siempre que vuelvo sobre este último verso no puedo evitar acordarme del anciano y descreído Louis Aragon, quien después de sobrevivir al dadaísmo, a la Revolución Rusa de 1917, a Breton, a Stalin…, y una vez regresado ya de todos sus sueños, escribe: “A quién dejar mi herencia, un cianuro / de palabras caídas desde las utopías (...) Qué largo se hace morir durante toda una vida”.

Y de ahí, quizá, el subtítulo del volumen en el que se incluyen los citados versos: Les chambres. Poème du temps qui ne pas. Pero el tiempo sí pasa, incluso para Aragon, que cuenta setenta y dos años cuando el libro sale a la luz. Fue en 1969. Y aquél sería el último poemario que publicaría en vida, por lo que muchos lo consideran una especie de testamento literario: “A partir de un / cierto día vivir no es más que sobrevivir / Nunca más habrá otra cosa que este desorden llamado irrisoriamente memoria”.

Como en Les chambres, la poesía de Luis García Montero se ha venido caracterizando por un marcado componente autobiográfico ―recordemos, por ejemplo, “Irene mira por primera vez la lluvia” o “La realidad”―, una querencia que se ha acentuado en su libro más reciente, Vista cansada. Como escribe Don DeLillo al principio de una de sus mejores novelas, los poemas despojan la realidad hasta reducirla a algo que no siempre se está dispuesto a percibir. O, mejor, que uno tan sólo aprende y acepta con los años. Lo veíamos en Louis Aragon y lo vemos en García Montero: la poesía como ajuste de cuentas con la realidad. Sin medias tintas. Sirva de ejemplo el poema que el autor granadino dedica a su padre y que termina con un desolador y contundente “voy a decepcionarte también en mi vejez”.

En el otro extremo, poemas como “Aniversario (2004)” o “Maletas perdidas” nos muestran la cara amable de la vida. “Nunca estuvo en mi mano ser feliz. / Pero conozco la alegría”, se nos dice en un poema significativamente titulado “Compromiso”. Término, éste, del todo necesario para entender la poética de Luis García Montero: poesía comprometida con lo que nos rodea, pero, por encima de todo, poesía comprometida con uno mismo. Desde la dignidad. Desde el orgullo ―“Igual que estas palabras escritas con orgullo” sentencia el poema “Las huellas”.

Y hablando de huellas, no me resisto a citar los conocidísimos versos de Lope de Vega: “Cuando me paro a contemplar mi estado / y a ver los pasos por donde he venido”. Porque eso es, precisamente, Vista cansada. La obra de alguien que ha hecho un alto en el camino para ver dónde está y por dónde ha venido: su propio nacimiento (“1958”); sus padres (“Madre”, “Coronel García”), su infancia ―no en vano, “Infancia” es el título de una de las secciones―; sus años de estudiante (“Idioma”, “Asientos reservados”); sus “Primeros versos” y su “Primer amor”; sus amigos (“Defensa de la amistad”) o “Los hijos”: “Elisa, Irene, Mauro, / cada cual con su puerto y con su lluvia”.

Lo que no quiere decir que sus poemas se reduzcan a la mera autobiografía. “Se puede despojar de realidad una historia por querer hacerla demasiado veraz”, sentenció Oscar Wilde en La decadencia de la mentira. Frente a una literatura demasiado consciente de la realidad, Wilde propone el concepto de verosimilitud. Que es exactamente lo mismo que expusieron tanto Diderot, en La paradoja del comediante, como Luis García Montero en un artículo titulado “La poesía sigue siendo útil”: “No hay otra verdad en poesía que la verosimilitud”.

Una verosimilitud que se fundamenta en el conocimiento de la tradición y de los recursos técnicos. Ahora bien, para Luis García Montero dichos recursos son como el andamiaje de un edificio: sólo se necesitan durante su construcción. Y es precisamente ese no querer recrearse en saberes y costuras poéticas lo que estrecha la distancia entre lector y poeta, toda vez que acentúa la sensación de confidencia, de intimidad ―La intimidad de la serpiente era el título de su anterir libro―. Como si de repente alguien pusiera en nuestras manos un álbum fotográfico de su vida: “Hoy sé lo que pasó, / cómo se han comportado / los amores, los cuerpos, / el trabajo y la muerte”. Una idea sobre la que parece reincidir el poema “Dudas”: “Vas a ser un perdido. / No me importa. / Me parece más triste / no saber dónde estoy”. 

No hay duda de que Luis García Montero sabe dónde está. En lo vital y en lo literario. Suele decirse que hay poetas de juventud y poetas de madurez, en función de su cima literaria o de cuándo publican sus mejores versos. Y eso es así por lo difícil que le resulta a cualquier autor mantener su nivel más alto. Afortunadamente, Luis García Montero ha demostrado con Vista cansada que es una de esas raras excepciones. Un autor cuyos poemas son como esas luces de carretera que nos alumbran cuando más las necesitamos. Sin importar en qué punto del camino nos encontremos. 


(en Juan Carlos Abril y Xelo Candel, eds.:
El romántico ilustrado, Renacimiento, Sevilla, 2009)

domingo, 17 de julio de 2011

Anónimo japonés

Si falta el sake
los cerezos en flor
son menos bellos. 

(trad. de Josep M. Rodríguez)                                                           

viernes, 15 de julio de 2011

Roberto Bolaño

Me gusta cómo escribe Roberto Bolaño. Mejor dicho, cómo escribía. Porque el autor de Los detectives salvajes falleció el 15 de julio de 2003. Personalmente prefiero al prosista que al poeta, que tampoco está nada mal. Por ejemplo:

             Resurrección

             La poesía entra en el sueño
             como un buzo en un lago.
             La poesía, más valiente que nadie,
             entra y cae
             a plomo
             en un lago infinito como Loch Ness
             o turbio e infausto como el lago Balatón.
             Contempladla desde el fondo:
             un buzo
             inocente
             envuelto en las plumas
             de la voluntad.
             La poesía entra en el sueño
             como un buzo muerto
             en el ojo de Dios.

jueves, 14 de julio de 2011

Símbolo

Los olivos expresan el dolor:
giran sobre sí mismos,
se retuercen,
igual que un ejercicio manierista.

Hay un olivo cerca de mi casa
y aunque sé que el dolor es contagioso
me gusta compartir su soledad.

En ocasiones,
parece sugerirme
el esfuerzo final de alguien que se está ahogando
y que alarga la mano
como creyendo en Dios.

Si cerrase los ojos
llegaría a escuchar su oscuro grito.

Pero no,
no hay más grito que el tiempo
que gotea desnudo a medianoche.

Árbol mudo,
¿por qué extiendes tus ramas hacia mí?
Envejece el silencio en tu interior
y no me queda mucho que decirte.

Hoy contemplo el olivo
y soy yo el símbolo.

(De Frío, Pre-Textos, Valencia, 2002)