Hace tres días que encontraron el cadáver de Amy Winehouse en el apartamento que la cantante tenía en el barrio londinense de Candem. Tenía veintisiete años, la misma edad al morir que Kurt Cobain, Jimi Hendrix, Janis Joplin o Jim Morrison. Pues bien, sólo seis días privaron a Gerda Taro de pertenecer también a este morboso grupo de artistas fallecidos a los veintisiete años. Seis días que no impidieron que la vida de esta fotógrafa judía nacida en Stuttgart, en 1910, resultase tan fascinante como la de cualquiera de los arriba mencionados. Por su temprano compromiso con la izquierda socialista. Porque escapó de la Alemania nazi siendo una adolescente. Por su historia de amor con el reportero gráfico Endre Ernö Friedman, tres años más joven, con quien se inventó el personaje de Robert Capa para así poder cobrar más por cada fotografía (que al principio hacían indistintamente Friedman y ella). O porque murió atropellada por un tanque en el frente de Brunete, lo que la convierte en la primera mujer corresponsal de guerra que fallece cubriendo un conflicto. El veintiséis de julio de 1937.
Milicianas republicanas en plena instrucción, 1936.
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