giran sobre sí mismos,
se retuercen,
igual que un ejercicio manierista.
Hay un olivo cerca de mi casa
y aunque sé que el dolor es contagioso
me gusta compartir su soledad.
En ocasiones,
parece sugerirme
el esfuerzo final de alguien que se está ahogando
y que alarga la mano
como creyendo en Dios.
Si cerrase los ojos
llegaría a escuchar su oscuro grito.
Pero no,
no hay más grito que el tiempo
que gotea desnudo a medianoche.
Árbol mudo,
¿por qué extiendes tus ramas hacia mí?
Envejece el silencio en tu interior
y no me queda mucho que decirte.
Hoy contemplo el olivo
y soy yo el símbolo.
(De Frío, Pre-Textos, Valencia, 2002)
Es muy bueno!!. Definitivamente me gusta más cada vez que lo leo.
ResponderEliminarAnaT