Matmata
a Josep M. Rodríguez
Supo que estaban cerca del desierto.
Acarició la tierra agradeciendo
la tregua que el consuelo le ofrecía
con la contemplación de aquel paisaje
escarpado y secreto.
Entregó sus pupilas al misterio de aquellas
viviendas excavadas en la roca,
a la firme mudez de las mujeres
que molían el trigo en su interior
a salvo de los vientos,
al niño que aguardaba
el gastado fulgor de una moneda.
Y le entregó un fragmento de su alma
a ese paraje, lejos de su hogar.
Más tarde retomaron su camino.
Matmata quedó atrás.
Supo que estaban cerca del desierto.
a Josep M. Rodríguez
Supo que estaban cerca del desierto.
Acarició la tierra agradeciendo
la tregua que el consuelo le ofrecía
con la contemplación de aquel paisaje
escarpado y secreto.
Entregó sus pupilas al misterio de aquellas
viviendas excavadas en la roca,
a la firme mudez de las mujeres
que molían el trigo en su interior
a salvo de los vientos,
al niño que aguardaba
el gastado fulgor de una moneda.
Y le entregó un fragmento de su alma
a ese paraje, lejos de su hogar.
Más tarde retomaron su camino.
Matmata quedó atrás.
Supo que estaban cerca del desierto.
(De El tiempo de los árboles, Pre-Textos, Valencia, 2004)
Moltes gràcies pel detall, JM. Una forta abraçada.
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