Escucho su decir.
Sólo me oigo.
ALEJANDRA PIZARNIK
Igual que los extremos de una cuerda,
la oscuridad
y el miedo a que despiertes.
Tengo sed.
La belleza de aquello que no veo
pero intuyo que existe,
es ahora tu cuerpo.
A tientas,
me levanto
y mis dedos recorren la pared
como queriendo leer en ella mi futuro,
(o al revés,
dejando en ella el rastro de mis días).
Escucho el silencio
y mi respiración
como pedazos de algo que está roto.
La oscuridad, mis dedos, el pasillo.
Detrás de cada grieta está la nada.
(De La caja negra, Pre-Textos, Valencia, 2004)
Ése es el peligro de los extremos: que en ellos sólo esté la oscuridad, ¿la nada? Me acuerdo de La historia interminable, la que no tiene extremos.
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