Conocía poemas sueltos de Josep M. Rodríguez (Súria, Barcelona, 1976) en antologías como La lógica de Orfeo (2003), de Luis Antonio de Villena; ahora entro en el taller del poeta con Raíz, un título alusivo al entendimiento de la poesía como algo que va de fuera hacia adentro, que ahonda, que penetra: «También crece hacia dentro el hormiguero. // Es la raíz de un tallo que no existe, / pero parece que tuviera sombra».
La concisión es la nota inicial más llamativa. Cada poema parece la suma de frases cuya brevedad casi sentenciosa es como un golpe de gong en la conciencia: «Este día que empieza es lo que soy». De este modo, la yuxtaposición puede ser el procedimiento compositivo apropiado. Frases e ideas se van yuxtaponiendo de forma tal que el lector es el que, en ocasiones, debe trazar el puente de unión entre ellas. Otra manera característica es el inicio paisajístico de la mayoría de los poemas: visiones de la naturaleza que nos sale al paso, no grandiosa, sino la que la mirada sorprende: «Tras la tormenta, / el arroyo enfangado fluye pesadamente, / como una babosa»; «Frente a mí, / una rama de encina / parte en dos el camino», etc. La realidad percibida, la sensación o impresión que las cosas dejan en el ánimo es el punto de partida: hechos leves, pequeños sucesos, realidades sencillas alzadas a poesía: «Todo nace de la contemplación; / incluso la memoria». La imagen feliz se encarga de ofrecer una visión inesperada de las cosas: «Un sol deshilachado y pálido / igual que la envoltura de un gusano de seda». La imagen convierte en poesía la simple percepción de la realidad común. Pero hay algo más: los poemas no se quedan en la expresión de la emoción sentida ante las cosas: «Pensamiento y mirada se interceptan». También el pensamiento derivado de la contemplación es breve, conciso, sentencioso, una concisión acaso derivada del interés del poeta por las formas breves de la poesía oriental, cuya influencia en la poesía actual constató en su antológía de 2004 titulada Alfileres. El haiku en la poesía española última. En el caso de Josep M. Rodríguez, léase esta «Postal de invierno»: «A veces regresar es una excusa. / Te acaricio, / la piel tiene memoria / y luce un piercing: / Luna llena». Como apreciación final diré que la poesía de J. M. Rodríguez dibuja uno de los caminos de salida posibles a la poesía de la experiencia; si de ella parte en origen, de ella se aleja progresivamente.
Diario de León, 22 de febrero de 2009.
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