martes, 24 de mayo de 2011

José Luis González Vera

Cada vez más, al abrir un libro de poemas busco reconocerme en sus palabras, identificarme con los gustos de su autor. No importa que la anécdota o el tiempo en el que vive el poeta sean distintos, porque lo que cuenta son las coincidencias que están más allá de esa anécdota y de ese tiempo. En algunas ocasiones no es posible, claro. Pero en otras sí. Y es en esos momentos cuando la poesía se convierte en la mejor de las intermediarias. Gracias a ella he sumado algunos amigos (porque la amistad siempre suma) con los que coincido, y a los que admiro y quiero. Si alguien tiene curiosidad que le eche un vistazo a las últimas páginas de mis libros de poemas. Como suele decirse, no están todos los que son pero son todos los que están. Pues bien, hoy inauguro una nueva sección o etiqueta del blog: Dedicatorias. Porque algunos amigos han tenido a bien dedicarme un poema, del cual, a partir de hoy, he decidido apropiarme, y empezar a colgarlos en el blog para reforzar su estructura de puente, pero también para (en la medida de lo posible) recomendar la lectura, no ya del poema, si no del libro entero.

                          El surfista
a Josep M. Rodríguez    
                         
                          Alumbra igual origen antídoto y veneno.
                          Son muerte y vida diálogo
                          en boca de un actor enfebrecido.
                          Exhibe el saltimbanqui ante los focos
                          valentía y errores.

                          Resurrección oculta.

                          La adversidad abate los dinteles,
                          pero redime el fruto la hojarasca
                          para que el árbol dócil se desbroce
                          en la nivelación de los cepillos,
                          el lamer de barnices;
                          así como la lluvia ahoga y vivifica,
                          juzgaré cada instante
                          exclusivo portal hacia la incertidumbre,
                          refugio del horror y la belleza
                          indiferentes ante mi delirio.

                          Sobre el mar, el surfista asume el cosmos
                          su condición de calma, de luz débil,
                          victoria frente al viento que me turba
                          como los paraísos y neurosis,
                          o el impulso de aquel constante náufrago,
                          neopreno y algas contra la aspereza.

(De Montaje de autor, Puerta del mar, Málaga, 2009)

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