viernes, 20 de mayo de 2011

"La caja negra", reseña del poeta Lorenzo Oliván

Raíz de todo viaje

Entre el nutrido grupo de poetas que jóvenes que verdaderamente son jóvenes (la juventud en poesía cada vez parece dilatar más sus fronteras), la voz de Josep M. Rodríguez es, sin duda, una de las que muestra ya una personalidad definida, un mundo propio y en claro crecimiento. Estamos ante alguien que, no sólo ha sido seleccionado en relevantes antologías de alcance nacional, sino que también ha ejercido labores de antólogo, al coordinar la original propuesta de autorretratos poéticos Yo es otro (DVD, 2001) o al seguirle el rastro al haiku en nuestra tradición reciente, en un libro, Alfileres (4 estaciones, 2004), donde arroja una sabia e inquisitiva mirada sobre ese punzante género de diecisiete sílabas.

Su último volumen de poemas, Frío (Pre-Textos, 2002), dejaba claro que había que seguirle la pista a este poeta, por su capacidad para inquietar y sugerir con pocas palabras, pero La caja negra supone una vuelta de tuerca importante. Tal título evoca la luz cifrada de un vuelo, de una existencia en marcha, oculta, escondida, que hay que extraer y saber interpretar. En esa frontera entre lo luminoso y lo oscuro quiere ubicarse el libro, desde las propias citas que lo abren, como en esa misma media distancia se sitúa la apuesta que Luis Antonio de Villena desarrolla en su antología La lógica de Orfeo, que recoge poemas de Josep M. Rodríguez, pues en verdad éste sabe moverse entre la luz de la razón y las siempre huidizas sombras de lo irracional.

El poeta ha aprendido aquí a entretejer mejor los hilos del misterio y lo consigue sacando partido a uno de los recursos más presentes en la poesía última: la elipsis. Hay en el libro una constante dinámica de contrapunto. La realidad sensorial, revelada en sutiles imágenes y comparaciones (“cada hueso que tengo es una lápida / por los muertos que escondo en mi interior”), se corresponde con un sustrato reflexivo, pero como velando las conexiones o correspondencias entre ambos planos. Si a ello sumamos cierta atracción por la contundencia aforística (“De lejos cualquier cosa parece fascinante, / de cerca, ni siquiera un milagro nos sorprende”), los equilibrios en la cuerda floja con lo conceptual y las repeticiones de versos que a veces remiten al mejor blues ya tendremos las líneas maestras de este mundo. Un mundo lleno de sensaciones que conectan con un itinerario existencial, persiguiendo captar el instante eterno, como se nos dice en “Poética”, pero sabiendo que en último término resulta inaccesible.

La impresión que le queda a quien lee el mensaje en clave de esta caja negra es la de haber entrevisto la raíz de todo viaje, en especial el de ése, hecho de hallazgos y de pérdidas, que es la vida.

Blanco y negro cultural, diario ABC, 23 de octubre de 2004.

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